Por todos es sabido que en los meses de verano y, especialmente, cuando este finaliza, el número de divorcios de matrimonios aumenta considerablemente. Sois muchos los que os preguntáis por qué sucede esto en esta época, que se supone que es de descanso y desconexión, y cuál es el proceso a seguir, en el caso de que a vosotros os ocurra. Para resolveros todas las cuestiones, os damos respuesta a diferentes preguntas.
¿Cuáles son los principales motivos?
Las vacaciones o el tiempo libre hacen que las parejas disfruten más tiempo juntos y los roces, si el matrimonio no está en el mejor momento, pueden desembocar en un agotamiento mutuo o de una de las partes y que este acabe en un proceso de divorcio. En este caso… el roce no hace el cariño, sino todo lo contrario.
¿El cambio de rutina afecta?
Junto al punto anterior, se encuentra el cambio de hábitos. Durante los meses de invierno, cada miembro de la pareja pasa muchas horas en el trabajo. La rutina hace que no prestemos atención a temas menores y las preocupaciones laborales no nos dejan plantearnos una crisis de pareja.
El principal motivo
Aunque el excesivo tiempo juntos y la rutina puedan afectar negativamente al matrimonio, el aumento de sentencias de divorcio al final del verano viene motivado, principalmente, porque durante el mes de agosto los juzgados permanecen cerrados y los autos quedan paralizados. Esta situación también ocurre en otras fechas señaladas en el calendario, como la Navidad o la Semana Santa.
Si llego al momento de divorciarme, ¿Cuánto cuesta el proceso?
El coste de tiempo y dinero varía ampliamente si se trata si es un divorcio de mutuo acuerdo o si es contencioso. En el primero de los casos, el proceso puede darse por finalizado entre uno y tres meses y los gastos se sitúan, de media, en los 2.000 euros. En el segundo, hasta que sale la sentencia, suele transcurrir un año y los costes aumentan hasta los 10.000 euros.
Y para ti, ¿el verano ha sido el desencadenante de tu divorcio?